Después de unos días inactivos volvemos con un ritmo más tranquilo.
Hoy nos hemos encontrado un artículo de opinión publicado en el periódico digital
Voces de Cuenca de Mario Ortega que nos ha gustado mucho. Ésta carta abierta a los ciudadanos deja muy claro la situación de las personas que utilizan la bicicleta para moverse en la ciudad. Os lo dejamos aquí.
Muy recomendable.
Por Mario Ortega
No era la primera vez que me “comentan” esto desde un coche, pero se está convirtiendo en un argumento común entre los que se irritan cuando se cruza una bicicleta en su campo de visión. La verdad es que debe dar bastante rabia gastarse 30.000€ en un coche, más impuestos y gasolina, para luego comprobar que un vehículo cien veces más barato, que ni paga impuestos ni gasolina, sea bastante más efectivo circulando por la ciudad.
Cuando se va en bicicleta, es bastante fácil parar a hablar con otro ciclista conocido, o con cualquier peatón. En coche, es casi imposible, de modo que no hay manera de que yo pueda explicar a algunos conductores por qué los ciclistas no pagamos impuestos. A ellos me dirijo.
¿Cómo que los ciclistas no pagamos impuestos?
Los ciclistas como cualquier otro ciudadano pagamos impuestos. Los ciclistas hacen su declaración de la renta, pagan impuestos municipales, y sobre todo, el IVA. Los ciclistas pagamos nuestras bicicletas y todos sus recambios con IVA, y sin ningún tipo de ayuda estatal. Cantidades exorbitantes de dinero para subvencionar la compra de automóviles contaminantes que generan deuda externa al necesitar de petróleo extranjero. Subvencionar problemas, negocio redondo.
Sin embargo, la Unión Europea recomienda a sus estados miembros la exención de impuestos en la venta de bicicletas y accesorios, ya que la bicicleta como medio de transporte urbano tiene innumerables ventajas sobre la salud de los ciudadanos, no endeuda al país con su insaciable sed de petróleo, no necesita un desmesurado gasto en infraestructuras... pero en nuestro país, seguimos de espaldas a la bicicleta.
Es más, con esos impuestos que pagamos, se construyen autovías, autopistas y túneles por los que los ciclistas no podemos circular. Con esos impuestos deberían financiarse las infraestructuras ciclistas que nuestro país tanto necesita, y de las que nuestros vecinos europeos llevan décadas disfrutando.
¿Por qué no pagamos impuestos?
Principalmente porque generamos poco gasto. El gasto en viales urbanos y extraurbanos se ha hecho por y para el coche, por tanto, es justo que sea el coche quien lo pague. No hacían falta semáforos en las ciudades hasta que llegaron los coches. Y seguirían sin hacer falta si imperase el sentido común. No ha sido la bicicleta quien ha invadido el paisaje urbano.
Los ciclistas no hacemos baches en el asfalto, no gastamos los bordillos, no borramos la pintura, no necesitamos soterrar la M-30, no molestamos a los ciudadanos con ruidos ni humos, causamos menos accidentes y de menor gravedad, y por lo general, pasamos menos por el médico. ¿Debemos pagar impuestos por todo ello?
Sobre los impuestos de circulación podríamos hablar largo y tendido. No nos engañemos: con los impuestos de circulación no se paga ni por asomo el mantenimiento de la red viaria, ni siquiera de la municipal. No hay más que ver los socavones que tenemos por Cuenca. Y si como algunos se empeñan en que los ciclistas paguemos impuestos de circulación, ¿cómo lo haríamos? Esto es gracioso. ¿Peso por eje? No llega a 7 kilos. ¿Emisiones? Cero. ¿Cilindrada? Cero. ¿Potencia fiscal? Según tenga el día.
Está claro que es una idiotez. No son vehículos comparables. No se puede meter a la bicicleta en el saco de los coches. Aplicando los criterios automovilísticos a la bicicleta, no creo que tuviéramos que pagar más allá de unos pocos céntimos. Lo cual me lleva a hacerme la siguiente pregunta.
¿Y si los ciclistas pagásemos impuestos?
Pues entonces la administración tendría que cumplir con los ciclistas exactamente igual que con los conductores. Si yo como ciclista pagase impuestos, exigiría que mi bicicleta fuese matriculada como los demás vehículos, y que en caso de robo, la policía la buscase, como se hace en Holanda, por ejemplo. Si pagase impuestos, el estado tendría que dejarme circular por toda la red viaria, autovías, autopistas y los túneles de la M-30, y por el centro del carril. También tendrían la obligación de proveer aparcamiento para mi bicicleta en todas partes, al igual que se hace ahora con los coches.
En fin. Yo me quedo con este “régimen especial” en el que nos movemos los ciclistas actualmente. La bicicleta ahorra a la administración mucho más dinero que el gasto que genera. Sus beneficios sociales y económicos son incalculables. No es que no paguemos impuestos, es que se los ahorramos a los demás con cada pedalada.
Fuente: Vocesdecuenca.com